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Napoleón I Bonaparte vio la necesidad de que la Tierra Santa fuera poblada y en 1799 junto al ejército francés, conquistó Gaza en lo que fue el “Reestablecimiento de Jerusalem”, una forma de programar un retorno masivo de los judíos de Europa a fin de que se establecieran allí la patria judía, a cambio de su lealtad a Francia.

El emperador no vio a ningún “palestino” reclamando derechos históricos sobre la Tierra Santa, cuyos pocos habitantes eran casi todos judíos.

Napoleón se refirió a esta conquista como “la avanzada de África, la puerta de Asia”, cuando sus fuerzas arrasaron fácilmente los restos de las murallas de la ciudad, que no habían sido reconstruidas desde su destrucción por Saladino.

 

Sin embargo, abandonaron la ciudad después de su fallido asedio de Acre ese mismo año, por lo que la duración de la influencia francesa en Gaza fue demasiado corta para tener un efecto palpable.

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